La polémica de los parabenos surgió a raíz de una investigación de 2004 de la Universidad de Reading, en Reino Unido, en la que los científicos tomaron biopsias de tumores mamarios y encontraron parabenos dentro. Este hallazgo sirvió de base para una teoría según la cual los parabenos, capaces de imitar débilmente la hormona estrógeno, podrían alterar las hormonas y aumentar el riesgo de cáncer de mama. Sin embargo, este estudio ha sido ampliamente criticado desde entonces. Más adelante, se supo que los investigadores involucrados no examinaron tejidos sanos para comprobar si contenían trazas de parabenos y tampoco pudieron garantizar que el equipo que usaron para conducir el estudio se había limpiado con materiales libres de parabenos.

Después de evaluar las conclusiones de 2004 y de otros estudios posteriores llevados a cabo por el mismo investigador jefe, el Comité Científico de Seguridad de los Consumidores llegó a la conclusión de que no había suficientes datos como para relacionar el uso de productos con parabenos con el cáncer de mama.

Rachel Rawsom, enfermera clínica especializada de Breast Cancer Care, nos confirma que «hoy en día no existe ninguna prueba irrefutable que sugiera que el uso de productos que contienen parabenos esté directamente relacionado con el desarrollo de un cáncer de mama.”

De hecho, los parabenos se han visto sometidos a testados tan rigurosos que ahora los expertos creen que son mucho más seguros que otras alternativas sintéticas. El doctor Edmund Fowles de EF Chemical Consulting Ltd dice: «Estoy completamente seguro de que los parabenos son seguros. Después de todo el alboroto que se generó sobre sus potenciales riesgos, se han realizado investigaciones exhaustivas que han cubierto todos los flancos. Los cosméticos libres de parabenos simplemente utilizan un tipo diferente de conservantes que habrán sido investigados de una forma mucho menos rigurosa así que, ¿Cómo podemos afirmar que son mejores?”.

De las 75.000 toneladas métricas de conservantes sintéticos que se usaron en 2015, sólo el 17% de ellos fueron parabenos. “Del otro 83% sabemos muy poco”, dice la cofundadora e inventora de productos Lush, Helen Ambrosen.

Por ejemplo, mira el formaldehído. Este gas incoloro de fuerte olor tiene propiedades antisépticas que impiden que los microorganismos  crezcan, y se usa para conservar especímenes biológicos en los laboratorios. El formaldehído también se utiliza en productos de limpieza para el hogar, en cosméticos, en medicinas y como resina endurecedora en materiales de construcción. En grandes concentraciones, se ha demostrado que irrita las vías respiratorias, lo que ha suscitado preocupación en los últimos años. Algunos conservantes funcionan descomponiéndose hasta que liberan formaldehído en el producto.

Otra opción es la metilisotiazolinona, una sustancia antimicrobiana que se usa en la conservación de cosméticos, hidratantes y productos para bebé. Es menos efectiva y por lo tanto hace falta usar cantidades más altas, lo que aumenta las probabilidades de producir alergias en la piel.

Podemos decir que hay muy pocas alternativas a los parabenos que hayan demostrado ser seguras. Como David C. Steinberg escribió en Cosmetics & Toiletries: Preservatives for Cosmetics (1996), “el conservante ideal no existe, y probablemente no pueda existir.”

Sin embargo, la doctora Stefanie Williams de la European Dermatology London pone en perspectiva los parabenos y explica que «se han usado de forma segura desde hace mucho y son muy comunes en productos para el cuidado de la piel. Son conservantes bien establecidos y no causan problemas a la mayor parte de los consumidores. En algunos casos contados, pueden generar alergias por contacto, aunque son raras teniendo en cuenta su uso generalizado.”

Helen Ambrosen lleva desde 1982 desarrollando productos conservados y autoconservantes. Nos explica: «Muchos creen que las conclusiones a las que se llegaron en aquel estudio de 2004, además de la forma en la que se filtró y la interpretación que le dieron los medios sociales, fueron irresponsables. Le dio a la industria la oportunidad de generar miedo hacia un ingrediente y de vender productos que reforzaban ese miedo al usar conservantes que, en comparación, no se conocían ni se conocen lo suficiente. Los parabenos se han usado durante mucho tiempo. No suelen generar irritación en la piel y funcionan bien en los productos. Sabemos más sobre ellos que sobre cualquier otro conservante.”

Aunque se siente completamente segura de que estas sustancias son seguras, a Helen le gusta la idea de reducir la cantidad de conservantes sintéticos que se usan por razones medioambientales (además de por salud). «Entendemos que los conservantes sintéticos disponibles en la industria cosmética, como los parabenos, impiden también que las cosas se deterioren en el medioambiente. Cuando los usamos, éstos terminan en los sistemas de alcantarillado y así sucesivamente. Por eso justificamos el uso de ingredientes como la miel a la hora de conservar productos: no dañan el medioambiente de ningún modo porque se descomponen de forma natural.»

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Parabenos: ¿Por qué tanta polémica?

Después de evaluar las conclusiones de 2004 y de otros estudios posteriores llevados a cabo por el mismo investigador jefe, el Comité Científico de Seguridad de los Consumidores llegó a la conclusión de que no había suficientes datos como para relacionar el uso de productos con parabenos con el cáncer de mama.

Rachel Rawsom, enfermera clínica especializada de Breast Cancer Care, nos confirma que «hoy en día no existe ninguna prueba irrefutable que sugiera que el uso de productos que contienen parabenos esté directamente relacionado con el desarrollo de un cáncer de mama.”

De hecho, los parabenos se han visto sometidos a testados tan rigurosos que ahora los expertos creen que son mucho más seguros que otras alternativas sintéticas. El doctor Edmund Fowles de EF Chemical Consulting Ltd dice: «Estoy completamente seguro de que los parabenos son seguros. Después de todo el alboroto que se generó sobre sus potenciales riesgos, se han realizado investigaciones exhaustivas que han cubierto todos los flancos. Los cosméticos libres de parabenos simplemente utilizan un tipo diferente de conservantes que habrán sido investigados de una forma mucho menos rigurosa así que, ¿Cómo podemos afirmar que son mejores?”.

De las 75.000 toneladas métricas de conservantes sintéticos que se usaron en 2015, sólo el 17% de ellos fueron parabenos. “Del otro 83% sabemos muy poco”, dice la cofundadora e inventora de productos Lush, Helen Ambrosen.

Por ejemplo, mira el formaldehído. Este gas incoloro de fuerte olor tiene propiedades antisépticas que impiden que los microorganismos  crezcan, y se usa para conservar especímenes biológicos en los laboratorios. El formaldehído también se utiliza en productos de limpieza para el hogar, en cosméticos, en medicinas y como resina endurecedora en materiales de construcción. En grandes concentraciones, se ha demostrado que irrita las vías respiratorias, lo que ha suscitado preocupación en los últimos años. Algunos conservantes funcionan descomponiéndose hasta que liberan formaldehído en el producto.

Otra opción es la metilisotiazolinona, una sustancia antimicrobiana que se usa en la conservación de cosméticos, hidratantes y productos para bebé. Es menos efectiva y por lo tanto hace falta usar cantidades más altas, lo que aumenta las probabilidades de producir alergias en la piel.

Podemos decir que hay muy pocas alternativas a los parabenos que hayan demostrado ser seguras. Como David C. Steinberg escribió en Cosmetics & Toiletries: Preservatives for Cosmetics (1996), “el conservante ideal no existe, y probablemente no pueda existir.”

Sin embargo, la doctora Stefanie Williams de la European Dermatology London pone en perspectiva los parabenos y explica que «se han usado de forma segura desde hace mucho y son muy comunes en productos para el cuidado de la piel. Son conservantes bien establecidos y no causan problemas a la mayor parte de los consumidores. En algunos casos contados, pueden generar alergias por contacto, aunque son raras teniendo en cuenta su uso generalizado.”

Helen Ambrosen lleva desde 1982 desarrollando productos conservados y autoconservantes. Nos explica: «Muchos creen que las conclusiones a las que se llegaron en aquel estudio de 2004, además de la forma en la que se filtró y la interpretación que le dieron los medios sociales, fueron irresponsables. Le dio a la industria la oportunidad de generar miedo hacia un ingrediente y de vender productos que reforzaban ese miedo al usar conservantes que, en comparación, no se conocían ni se conocen lo suficiente. Los parabenos se han usado durante mucho tiempo. No suelen generar irritación en la piel y funcionan bien en los productos. Sabemos más sobre ellos que sobre cualquier otro conservante.”

Aunque se siente completamente segura de que estas sustancias son seguras, a Helen le gusta la idea de reducir la cantidad de conservantes sintéticos que se usan por razones medioambientales (además de por salud). «Entendemos que los conservantes sintéticos disponibles en la industria cosmética, como los parabenos, impiden también que las cosas se deterioren en el medioambiente. Cuando los usamos, éstos terminan en los sistemas de alcantarillado y así sucesivamente. Por eso justificamos el uso de ingredientes como la miel a la hora de conservar productos: no dañan el medioambiente de ningún modo porque se descomponen de forma natural.»

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